momentos difíciles del día

Cómo lidiar con los momentos difíciles del día familiar

Los “momentos difíciles del día” en la crianza: cómo afrontarlos con más calma y conexión

En la vida familiar hay momentos que, aunque parezcan breves en el reloj, se sienten eternos: el apuro del desayuno, el momento del baño, la tarea después del colegio, la hora de apagar pantallas o el silencio incómodo del domingo por la tarde. Si estos episodios suelen ser escenario de discusiones, llantos, silencios tensos o miradas cansadas, no estás sola ni solo. A muchas familias les sucede. Y hay formas de transitar estos momentos con más calma, comprensión y conexión.

Te compartimos algunas claves para abordar esos “momentos difíciles del día” que suelen convertirse en pequeñas tormentas cotidianas.

¿Por qué hay momentos que se nos hacen cuesta arriba?

Hay rutinas familiares que activan múltiples exigencias en simultáneo: apuro, cansancio, expectativas (propias o ajenas), necesidad de control, miedo al desborde o a “hacerlo mal”. Esto genera tensión emocional tanto en adultos como en niñas y niños.

Cuando intentamos sostener esas rutinas con rigidez o desde la urgencia, suelen aparecer conflictos. Por eso es importante poder identificar cuáles son esos momentos más difíciles del día en nuestra casa y qué emociones se activan en cada uno.

Algunos ejemplos frecuentes

  • Antes del colegio: El apuro, el sueño, la ropa, la comida, los olvidos. Todo junto y con reloj en mano.
  • La hora del baño: Para muchas infancias es una interrupción del juego o del descanso. Para los adultos, una lista más en la agenda.
  • Tarea escolar: Cuando se vuelve una lucha diaria, no solo genera cansancio, también impacta en el vínculo.
  • Domingos por la tarde: La ansiedad anticipatoria del inicio de semana aparece en grandes y chicos, y muchas veces se traduce en irritabilidad o desánimo.
  • Hora de apagar pantallas o ir a dormir: Dos momentos sensibles donde el control se vuelve más tentador que el acompañamiento.

Estrategias basadas en la evidencia para transitar estos momentos

  1. Validar la emoción 

Nombrar lo que se siente no soluciona el conflicto de inmediato, pero crea un puente emocional:

“Entiendo que no tengas ganas de bañarte ahora. A veces a mí también me cuesta pasar del descanso a la acción.”

La validación no es lo mismo que ceder. Es reconocer la experiencia del otro como real y legítima, aun cuando tengamos que poner límites.

2. Detectar pensamientos automáticos 

Los pensamientos influyen en nuestra conducta. En momentos difíciles, aparecen ideas como:

  • “Siempre es igual, no se puede con esto.”
  • “Ya no sé qué más hacer.”
  • “No puede ser tan difícil.”

Identificarlos y cuestionarlos ayuda a no actuar desde el piloto automático. Podés preguntarte:

¿Este pensamiento me ayuda a resolver o me agota más? ¿Qué alternativa podría ensayar?

3. Practicar flexibilidad psicológica 

En lugar de quedarte atrapada/o en lo que “debería ser”, preguntate:

¿Qué tipo de mamá/papá quiero ser en este momento, aunque sea difícil?
¿Qué acción pequeña me conecta con ese rol?

La flexibilidad no implica permitir todo, sino actuar desde los valores elegidos, incluso cuando hay malestar.

4. Regular tus emociones antes de intervenir 

Una herramienta sencilla pero poderosa: pausa y respiración.
Antes de hablar, tomar una respiración lenta puede ayudarte a responder en vez de reaccionar.

También podés probar la técnica de autoconsuelo breve:

Salir del espacio por un minuto, lavarte la cara, estirar el cuerpo o repetirte una frase de cuidado: “Esto también pasará. Estoy haciendo lo mejor que puedo.”

5. Construir micro-rutinas predecibles 

Cuanto más claras y estables sean las rutinas, menos margen para el conflicto:

  • Usar pictogramas o cronogramas visuales con imágenes.
  • Anticipar lo que va a pasar (“En 10 minutos vamos a guardar todo para ir al baño.”)
  • Incluir un momento de conexión breve (“Después del baño leemos un cuento juntos.”

6. Aceptar la imperfección sin dejar de avanzar 

Hay días que todo sale mal. Y eso no define tu calidad como madre o padre. La clave es no quedarte en la culpa ni exigirte que todo sea perfecto.

Lo valioso es el regreso: pedir perdón si nos excedimos, reparar, volver a intentar.

En palabras simples: lo importante no es que todos los momentos difíciles desaparezcan, sino que podamos habitarlos con más consciencia, regulación y conexión.

Una crianza consciente no es una crianza sin conflictos, sino una en la que los vínculos se sostienen incluso cuando hay malestar.