Importancia del entrenamiento físico para las emociones
¿Cómo influye la práctica de actividad física en las emociones? Las personas que practican deporte o actividad física de manera cotidiana ¿gestionan mejor las emociones?, ¿pueden llegar a regular las emociones básicas que experimentan?… Y en los que nos practican deporte ¿qué ocurre con la gestión de sus emociones?, ¿cómo se puede mejorar la gestión de las emociones con la actividad física?.
La actividad física genera endorfinas en nuestro sistema nervioso que activa nuestras emociones más positivas y nos hace sentir bien.
Un estudio de la Universidad de Málaga en colaboración con la de Barcelona (“Influencia de la actividad física en la inteligencia emocional percibida”) que afirma que las personas que realizan actividad física de manera cotidiana en su vida tienen mayor claridad y reparación emocional que aquellos que no practican deporte de manera habitual. Estos resultados nos son cosas del azar debido a que existe una relación directa con la correspondiente explicación fisiológica.
El simple hecho de hacer deporte produce una liberación de endorfinas, tienen propiedades analgésicas y placenteras consiguiendo proporcionar un bienestar emocional. Hay que destacar que estas endorfinas se liberan con la práctica de actividad física sin tener en cuenta la intensidad a la que la realizas.
Por otro lado la actividad física también favorece la liberación de neurotransmisores como la serotonina, dopamina y noradrenalina que están íntimamente relacionadas con las emociones:
Además de las consecuencias fisiológicas positivas de la actividad física en las emociones, también influyen de manera muy notoria en la salud mental. Entre los beneficios para la salud mental cabe destacar: la reducción de la ANSIEDAD y DEPRESIÓN, además de una bajada significativa del ESTRÉS y un aumento de la capacidad COGNITIVA.
Los estudios científicos de psicología deportiva hablan de conseguir reducir la ansiedad en personas con una condición física baja o normal que practica ejercicios a intensidades livianas o moderadas. El tipo de ejercicio más utilizado es aquel en el que predomina el componente aeróbico, por ejemplo, salir a andar, correr a ritmo moderado, hacer una ruta con la bici, etc, aunque también el entrenamiento de fuerza de baja intensidad y volumen elevado como ejercicios de fuerza con poco peso y muchas series y repeticiones.
Las explicaciones que justifican que la reducción de la ansiedad mediante la actividad física son varias:
En primer lugar, la naturaleza del ritmo de muchos tipos de actividad física. Las personas que realizan este tipo de ejercicio con un componente cíclico durante cierto periodo de tiempo ven favorecida la relajación tanto física como mental. Esta relajación se debe a un proceso biológico bastante sencillo. Cuando se realiza ejercicio el cerebro se relaja, la excitación cortical cerebral se inhibe del tronco encefálico debido al envío de estímulos nerviosos desde los músculos que utilizamos durante el ejercicio hacia el cerebro, lo que provoca una “siesta” del cerebro y por lo tanto una disminución de su actividad asociada con el estrés o la ansiedad.
El efecto térmico puede ser otro de los motivos por los que la ansiedad se reduce. La explicación se basa principalmente en el aumento de la temperatura corporal durante el ejercicio que a su vez implica una relajación corporal. Es el mismo concepto que se utiliza en fisioterapia cuando se aplica claro sobre una contractura a modo de analgésico.
Por otro lado, la práctica de actividad física de manera colectiva favorece las relaciones sociales y puede llegar a hacer que una persona desconecte o se distraiga de las preocupaciones diarias, que pueden ser el motivo de un posible estrés. Las personas sienten un importante sentimiento de dominio o autosuficiencia que influye en cómo se sienten tras realizar el ejercicio y una vez cumplidos los objetivos iniciales previos al entrenamiento.
Científicamente está demostrado que la práctica de ejercicio físico de manera regular es un potente antidepresivo con mayor efecto en personas depresivas clínicamente diagnosticadas que las que la padecen de forma menos grave.
Durante la práctica de actividad física se liberan en el cerebro dos neurotransmisores; la serotonina, un potente antidepresivo y la dopamina, que actúa como un “droga” proporcionando placer como recompensa. La noradrenalina también influye en el descenso de la depresión, aumentando el impulso cerebral y la motivación a la vez que ayuda a tener mayor control de los impulsos de ira.
Por lo tanto el entrenamiento físico es una herramienta imprescindible para tener una buena salud emocional tanto a nivel social como nivel neurofisiológico y biológico.

