Nuestra disciplina se basa en el castigo y no en la enseñanza
Creemos que si estamos imponiendo disciplina, no podemos ser afectuosos
Nos olvidamos de pensar cómo decimos lo que decimos
Hablamos demasiado
Nos centramos demasiado en la conducta y no en la función de la misma
Damos órdenes en un momento emocional, reactivo y luego nos damos cuenta que hemos exagerado
Muchas veces imponemos disciplina con el piloto automático y nos centramos tanto en la corrección que esto termina siendo la meta final.
Mientras impartes disiciplina a tu hijo/a, puedes estar tranquilo, mostrarte cálido y cariñoso. Es importante combinar límites claros y coherentes con empatís afectuosa.
Cuando los chicos se muestran reactivos y tienen dificultades para escuchar, es preferible mantenernos callados. Hablar demasiado cuando están alterados, suele ser contraproducente, ya que puede colaborar en sostener la desregulación emocional.
Generalmente, la conducta indeseada tiene una función, un para qué ocurre.. Si conectamos con los sentimientos de los niños y las experiencias subjetivas causantes de estas conductas, podemos colaborar en que disminuyan
Es tan importante lo qué decimos que cómo lo decimos. Debemos proponernos ser amables y respetuosos cada vez que nos comunicamos con nuestros hijos.
Damos órdenes en un momento emocional, reactivo y luego damos cuenta de que exageramos
Muchas veces amenazamos de manera desmedida, hablando desde nuestro lado emocional, y luego notamos que jamás cumpliriamos esa amenaza. Es fundamental ajustar la consecuencia a la consigna dada.